viernes, 23 de agosto de 2013

Salvando a Francesca.

Reflexiona un instante.

-De acuerdo.- Pone cara de estar resolviendo un problema de álgebra-. 'Sencillo' fue romper con mi novia. Pensaba que sería mucho más complicado, pero no fue así. Ojalá lo hubiera echo antes, pero había un millón de razones, razones lógicas, para salir con ella. Teníamos una relación 'agradable'. Ni dramática, ni emocional, sin altibajos y sin comparar a alguien que te vuelve loco con material de oficina. Sencillamente era agradable. Yo la miraba y pensaba: agradable. Tiene un cuerpo agradable, una cara agradable y el sexo será agradable..


- Will- lo interrumpo-. ¿Crees que necesito oír la parte 'el sexo será agradable'? Anoche tuve una leve crisis nerviosa y no es que me estés alegrando el día. 


- Pues sí, me parece necesario, porque romper con ella fue muy fácil, y romper contigo sería... no quiero ni imaginarlo.


-Ni si quiera hemos empezado a salir juntos y ya estás pensando en romper...


-Es lo que hay. Cuando pienso en ti, pienso en el futuro. Pienso: "Ya está. Es ella". Y se supone que a mi edad no debería estar pensando en eso. Yo no te miro y pienso: "Qué guapa". Lo que pienso cuando te miro es: "Madre mía, la abrazaría y no la soltaría nunca. Pienso en sexo aquí y ahora". [...]


- ¿Entiendes lo que digo?- me pregunta.


- Por extraño que parezca, sí.


- El año pasado. en la jornada de reflexión, tuvimos que escribir una redacción sobre cuales eran nuestros cimientos y sobre si creíamos que eran lo bastante sólidos como para aventurarnos en territorio desconocido. Y yo pensé: 'Joder, no. ¿Irme al extranjero para regresar y que todo mi mundo aquí haya acabado? De ninguna manera'. Ni si quiera sabía quien era yo aquí, así que mucho menos iba a saber quién era en otra parte.

Pero este año tuvimos que preparar una nueva lista y me lancé. El Sebastian, ser delegado, un chico del coro, un jugador de fútbol fracasado o cualquier otra cosa relacionada con la escuela son opciones con las que ya no podré contar el próximo año. Y eso me asustó, porque hizo que me preguntara, qué soy yo si ya no puedo ser ninguna de esas cosas. Sin embargo, me aferré a tres verdades. La primera es que mi familia me quiere. Es un amor incondicional y lo sé por cómo han lidiado con asuntos de las vidas de mis hermanos mayores en los que no creen, pero aun así los apoyan. La segunda es que soy bueno construyendo cosas. Y la tercera es lo que siento por ti, pero, sobre todo, cómo me siento a causa de ti.
A veces me miras y es como si desmoronaras mi fachada y sólo quedara lo que hay en mi interior, y creo que me gusta lo que veo. Alguien capaz de fracasar. Alguien sin ningún autocontrol. Alguien que dice bobadas como "es complicado". Me gusta esa parte de mi, ¿sabes? Me gusta saber que no puedo controlarte ni controlar lo que siento por ti y que eso no me asusta.

- Me encanta cuando te dejas llevar.

Will continúa imparable.

- Pero a veces me asusto. Pienso que todo podría cambiar y no sé si encajaré cuando regrese, después de haberme pasado la vida encajando. Y me pregunto qué pasará si al idiota de Mackee o al psicópata de Hailler les crece un cerebro y empiezas a sentirte atraída por ellos, si es que eso no ha pasado ya.


- Aunque te quedes, todo puede cambiar -le digo-. Todo lo relacionado con no encajar. Pero, desde luego, no la parte en que pueda sentirme atraída por Thomas o Jimmy.


Me besa con ternura y se me queda mirando fijamente.

Me da vergüenza, porque me mira con mucha intensidad.
- ¿Qué miras? -le pregunto.
- ¿Por qué? Te miro a ti, señorita.
Madre mía. Está citando una escena romántica de El último mohicano.
- Pensaba que sólo te gustaban las escenas de matanzas -comento con una sonrisa.
- La he vuelto a ver. Aunque seguramente tú no soportas la escena en la que destripa a ese tipo.
- ¡Claro que la soporto!
Nos reímos.
- Menos mal que existe el correo electrónico ¿no? -apunta-. Si lo piensas, nada queda tan lejos.
Niego con la cabeza.
- Escríbeme cartas, Will. Escríbeme largas cartas.

Estoy triste. Al margen de sus explicaciones, sigo estando triste y lo único que me apetece es llorar porque lo estoy perdiendo justo cuando acabo de encontrarlo.

- Si te pidiera que te quedaras ¿lo harías? -le pregunto después, de pie junto al coche.
- Quizás sí, pero no creo que me lo pidieras. Aun así, juro por Dios que me subiré a bordo del primer avión de vuelta si necesitas que te rescate de algo...
Niego otra vez con la cabeza.
- Ve y sacude tus cimientos, Will. Creo que ha llegado la hora de que me salve yo solita.

No hay comentarios:

Publicar un comentario