domingo, 14 de junio de 2015

Esto es así: el amor se siente o no se siente. Y hay que aprender a reconocer cuándo lo sientes sólo tú, y no la otra persona. Hay que aprender a perder e irse con la música a otra parte. ¿Pero qué pasa cuándo los capítulos de una historia siempre tienen un final abierto? ¿Qué pasa cuando la ceguera te hace quedarte sólo con las migajas positivas de un amor de vertedero? Pues que acabas enganchada a un "y si...?" eterno. Acabas rogándole al destino y a todos los santos del santoral que le abran los ojos y vea esa luz divina que logre hacerte visible, que logre que te quiera, de querer querer, y no de querer a ratos.

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